1. Abre la puerta
2. Sé de un lugar
3. Todo es de color
4. Luminosa mañana
5. Diálogo
6. En el lago
7. Recuerdos de una noche
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Cuando el 14 de Abril de 1975 se editó EL PATIO, la promoción musical se debatía entre la adoración a ABBA, los últimos coletazos de Deep Purple y el Fly Robin fly. Y el que sería considerado como uno de los grandes momentos del rock español (La obra cumbre del pop hispano, según José Miguel López en Discópolis. Lo mejor que ha salido rock español, según Diego A. Manrique.) pasó desapercibido. Como declararía Jesús de la Rosa tiempo después: "La peor crítica que nos han hecho a nosotros es la que no existió".
Así, según el productor Gonzalo Garcíapelayo, desde la salida del disco hasta la primera liquidación en Junio de 1975 el número de ejemplares vendidos fue 29, y en la siguiente liquidación, 73. Y pese a que el boca a boca empezó a funcionar y al final de año se contabilizaban unos miles de ejemplares, el disco pasó pronto a las rebajas.
Con los tiempos que corrían, y tal como estaba la incipiente industria discográfica en España, editar un L.P. de música «distinta» era una tarea más que difícil. No fue una excepción en este sentido El Patio, primer vinilo puesto en la calle por Triana después de mucho esfuerzo. Los componentes del grupo no eran nuevos dentro del mundo de la música (Jesús de la Rosa llegó a cantar en una versión crepuscular de Los Bravos y Eduardo Rodríguez todavía vivía de los réditos del éxito con Los Payos), hecho que seguramente ayudó a la publicación del disco que, sin embargo, fue adquiriendo notoriedad a través de un proceso de boca a boca, y dentro de los ambientes marginales del momento.
Conviene precisar que hablar de marginalidad, en el año 1976, es hablar de numerosas capas de la sociedad española enfrentadas a un sistema cultural y político dictatorial. Así, El Patio fue conociéndose a través de las gramolas, las reuniones de los progres y conciertos en salas de escaso aforo, teniendo su publicación, en ese momento, un escaso relieve comercial.
Este hecho, con toda probabilidad, marcó a El Patio, como un disco de culto, algo prohibido, que llegaba a las manos de quien lo escuchaba precedido de noticias clandestinas («en Andalucía pasaba algo...») y comentarios sobre sus letras y músicas «profundas», «distintas»... y libres.
El Patio, de esta manera, se convertía en una de esas obras que tienen muchas lecturas, que dependen de los acontecimientos que rodeen al «lector» para comunicarle una gran diversidad de sentimientos. Por supuesto que el fenómeno no hubiera sido posible si la música y las letras del disco no hubieran sido realmente importantes, no hubieran conectado con la necesidad de muchos de escuchar el mundo más o menos como era, y no cómo se quería contar desde el poder.
Canciones como En el lago bien pudieron servir para fumar un canuto, soñar con un mundo nuevo o pensar en algún amor...
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